Jornada atípica, de recuperación. Después del partido de ayer, y de una semana tan intensa como larga, toca cargar pilas y rescatar energía. El programa marca sólo una sesión, la matinal, con trabajo en el gimnasio y un poco de carrera continua, dejando a la expedición la tarde libre.
Está siendo un día distinto, no se ha tocado otro balón que el medicinal, aunque los entrenadores saben que son tan importantes como los de sudor y sufrimiento. Aparte de la indispensable recuperación, las fechas como hoy sirven para fomentar las relaciones entre el grupo, afinidades que, en mi opinión, se reflejan luego en el campo. Seguramente lo habrá, pero ahora mismo no recuerdo ningun equipo campeon con mal ambiente en el vestuario y si muchos candidatos que no llegarón por falta de armonía interna.
La mayoría de jugadores han pasado la tarde en la cercana Sittard y parte del cuerpo técnico y los colaboradores, ellos sí tocaron bola, han jugado al baloncesto. De la calidad mejor no hablar, sólo apuntar que Ivan Campo sigue manteniendo la "contundencia" de antaño y que ha hecho más faltas personales que puntos.
Ya en la cena, ha tenido lugar la primera tanda de presentaciones extraoficiales de los nuevos ante sus compañeros, en las que los recien llegados nos deleitan, a su elección, con un chiste, canción o baile. Antoine ha cantado y Fernando Cano y Alberto se han marcado un bailecito. Tampoco haremos valoraciones.
Ha sido, pues, tiempo de corrillos, de historias sobre lugares comunes y de conocerse mejor. Ha sido un día de cuatro risas y de ir empatizando con los que van a luchar contigo. Y el grupo, sin darse cuenta, trabaja algo sin pisar el césped que ayudará al objetivo.
El infiltrado